En el fondo todos somos Evgueni. Pero retrocedamos un poco y
expliquemos quién es el individuo que lleva este nombre. Se trata de un
personaje ficticio de la novela corta ―o cuento largo― que León Tolstoi tituló “El
Diablo”. Pero “ficticio” en este contexto es algo ambiguo, pues ―como ya lo dije anteriormente― Evgueni somos
todos, en el sentido de que este representa el sufrimiento de todo humano que
ha sido condenado a vivir dotado de pasiones que tiene que dominar.
La historia de Evgueni es sencilla: es un hombre que ha
tenido una aventura de soltero con una mujer casada llamada Estepanida. Después,
al contraer nupcias con Lisa, rompe sus relaciones con Estepanida y durante
algún tiempo cree haberse liberado de esa atracción sexual que intentaba dominarle en su soltería. Empero, para disgusto del protagonista, Estepanida
vuelve a aparecer como una trabajadora de su casa y el deseo que siente hacia
ella vuelve a presentarse, intensificándose periódicamente. En un momento
ulterior, no pudiendo contener sus malos pensamientos y temiendo herir a su
esposa, llega a la conclusión ―producto de la desesperación― de que es
necesario asesinar a Estepanida. Comete el crimen, y a pesar de haber pasado
unos pocos meses en la cárcel, parece que su alma ha tocado fondo; se vuelve
alcohólico y pierde el control de su vida.
La historia a simple vista no es glamorosa, pero lo
interesante de esta obra es cómo Tolstoi
logra reflexionar sobre esa dicotomía que sufren los hombres; esa dualidad que ya Platón había representado con el mito de las aurigas, donde uno de los caballos hala hacia la tierra, lo mundano, y el otro hala hacia el cielo, lo noble. Acá confluye el espacio público, donde tenemos
que guardar una imagen ante la sociedad y a veces poner esta imagen por encima de nuestros deseos más íntimos; confluye el morbo que
produce lo prohibido y que hace cada vez más atractiva e irresistible a Estepanida;
confluye la culpa al caer en la cuenta de la fragilidad de nuestra voluntad y
confluye el infierno que tenemos que vivir al sufrir estas contradicciones en secreto. Vale la
pena leer este relato y conocer a ese Diablo que nos atormenta con los deseos que no podemos satisfacer.